martes, 5 de abril de 2011

Danilo Medina: La Odisea.

Danilo Medina es un enigmático personaje de la política dominicana cuyo futuro sería de difícil predicción aun para el mismo Nostradamus. Si bien he querido compararlo con Ulises, célebre héroe de la mitología griega, fantaseado por Homero en La Odisea, no ha sido por su valentía (la de Danilo), que he osado armar dicha comparación. Tampoco digo que no la posea (la valentía) pero la oportunidad de demostrarlo no le llega todavía.

Más bien fueron las peligrosas aventuras vividas por Ulises en su viaje de regreso al reinado por él abandonado lo que ha propiciado que vea en Danilo a un épico protagonista de novela griega.

Danilo abandonó el reinado morado donde ocupaba la posición más deseada por político alguno. Era el hombre que aconsejaba al presidente, sin correr el riesgo de cargar con la culpa de los errores cometidos, cualquiera diría que iba por buen camino. ¡el poder detrás del trono!. De todos modos, decidió que mejor era trillar su propia vía, que ser sombra de león narcisista que un día cualquiera lo destrozaría. Y vivió Danilo secuestrado por Calipso (la indiferencia de sus compañeros de partido) siete años ¿O fueron más?, y un mandato de los mismos dioses permitió que fuera liberado (porque el león, aunque quiere, repostularse no puede, lo prohibe la Carta magna y el desdén del pueblo dominicano, que de él está más que cansado).

Y ha emprendido, Danilo, el regreso al reino abandonado. Sobrevivió a los cantos de sirena, que desde el congreso y desde el mismo palacio de gobierno suena y resuena. Quizás encontró la fuerza en el convencimiento interno de que puede alcanzar la cima por su propio valor, y no por las ficticias y risibles tinajas de barro llenas de firmas (dos millones, ja, ja, ja), en las que nadie jamás creerá.O quizás, más que probable, es que ha elegido mejor arriesgarse a perder eternamente antes que revolcarse en la pantanosa porqueriza morada en que se ha transformado el gobierno actual. La respuesta sólo él y Dios la saben.

Y ha seguido Ulises, digo Danilo, navegando firme en la sospechosa calma chicha que le rodea, muy a su manera, pretendiendo no ser confundido con un marinero cualquiera, y a lo lejos ve la costa, ¡Parece que llega!. Pero ¿Es consciente de la tormenta que le espera?. Vientos huracanados preparados por Poseydón, perdón, quise decir el león,vientos raros, no ttan fuertes, mas bien envenenados; uno que una vez su propio anillo se comió, otro que dice que después del uno va el dos, un tercero que reza que sólo va si el león no va y otra, en la retaguardia, que plagiando al guapo dice que llegó mamá. Serían brisitas tumba cocos para Danilo si  no contaran con la malicia de su ex amigo. Ay que se atreve a armar una tripleta, un triunvirato, una quiniela, un palé, (mejor será que lo crea usted), para evitar que Danilo llegue a su destino.

Y aún si a la costa llegara ¿Cómo iba Danilo a disfrazarse de mendigo?, lo hizo Ulises ¿pero, lo hará Danilo?  Y armará su arco, matará a los pretendientes de su amada, que correrá a sus habitaciones, asustada, mientras él la llama ¿Penélope, mi amor, ven, no pasa nada!. Y si la alcanza, tratará de convencerla de que fue él aquel que le construyó su cama. Y seguirá pegadito de ella, siempre atrás. Y dando brinquitos  como Elvis Crespo le dice ¿Pequeña, échate pa'cá!

Se me hace difícil creer que todo eso pasará. Que hace rato dejé de creer en la mitología griega, ni china,ni romana o en la que usted mencionar quiera. Que la política dominicana es más mentira que el monte Olimpo, Hércules, Aquiles o el Caballo de Troya.¡Eso nunca lo he dudado!  Aún así, no creo que Danilo pueda enfrentar a los cometas fugaces malvados, y luego reinar con ellos a su lado. Y por eso temen los cometas, porque Najayo siempre tiene las puertas abiertas.

Lo dicho. Danilo es un enigmático personaje de la política dominicana. Le esperan muchas duras batallas y ¡ya veremos quien gana!. Que si no hubiera yo conocido la historia de Majluta y Salvador, me habría atrevido a hacer un pronóstico mejor. Pero aunque Danilo, se nota, no le teme a ningún viejo rugido, ojalá no termine como El Mayimbe, diciendo ¡Ahora estoy confundido!.