lunes, 18 de abril de 2016

Las deficiencias políticas de Luis Abinader.

Ser analista político no es requisito para ver las deficiencias en la campaña política de Luis Abinader. Digo, esto sin variar mi posición de que esto de la política es puro negocio en Dominicana y el mayor interés de estos negociantes es obtener el cinco por ciento en las próximas elecciones y así obtener su parte del pastel a la hora de repartir el botín que los dominicanos les regalamos a los políticos a través de la Junta Central Electoral. Pero, el caso de Abinader es sencillo, porque, a pesar de competir contra un presidente que tuvo que hacer malabares para poderse repostular y cuenta con un montón de ministros en su gobierno que no hacen nada bien ni en su casa, Abinader no ha sabido capitalizar las debilidades de su oponente, que no estoy seguro que a él le interese hacerlo, y encima de eso se ha metido en más líos que un pobre en tiempos de navidad: hay dos puntos claves para que muchos dominicanos ni siquiera vean a Abinader como una opción de gobierno. El primero es su posición ante la sentencia constituncional en torno al tema haitiano, ya que nunca supo definir bien su posición ante la opinión pública y cuando lo intentó, dio la impresión de que él estaba en contra de nuestra nación y a favor de la fusión por la que abogan las potencias y eso el pueblo dominicano no lo quiere ni quiere a un presidente que no esté claro en eso; el segundo punto es su proximidad y apoyo recibido con el embajador estadounidense. El asunto de que ese señor quiera imponer la homosexualidad como algo normal en una nación caribeña donde ser hombre es ya de por sí una profesión apoyada por mujeres y hombres, y que Abinader nunca supo hablar claro de ese tema tampoco… definitivamente eso le restó muchos votos. En política no hay nada escrito a modo de sentencia definitiva, y mucho menos en un país como el nuestro donde tantas cosas raras suceden, pero, creo que hasta el propio Abinader está loco que pase mayo para, después del correspondiente pataleo, resignarse a perder… es la famosa crónica de una derrota electoral anunciada.

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