jueves, 20 de agosto de 2015

Vive el perdón, no el orgullo.


Vive el perdón, no el orgullo.
Perdonar es uno de los actos más sublimes que realiza un ser humano. Requiere grandeza de espíritu y humillarse ante Dios para que nos ayude a doblegar el orgullo, para regalar amor a través del perdón, para obviar los errores cometidos por otros y admitir que nosotros también cometemos errores y también, alguna vez en la vida, hemos sido perdonados. Sobre todo debemos mantener presente que nuestro Señor Jesucristo nos regaló el perdón de nuestras transgresiones, que si nos apoyamos en él, entonces sí podemos perdonar y sentir amor hacia ese otro ser que solicita nuestro perdón.
El orgullo pretende engañar a quien ha recibido una falta de un ser querido. Nos hace creer que si perdonamos es porque nos estamos rebajando, poniéndonos por debajo del otro y que nuestro perdón no será apreciado. El Señor dice: "Porque cualquiera que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido" (Lucas 14:11). No permitamos que el orgullo nos haga recibir la humillación que el Señor dictaminó que habremos de recibir cuando nos sintamos demasiado orgullosos para perdonar con humildad y olvidar el agravio cometido en nuestra contra. Son setenta veces siete las que debemos perdonar a los hermanos que nos solicitan tan noble acción (Mateo 18:22). Pide a Dios que ilumine tu corazón y llénalo de su amor para que seas capaz de regalar el perdón.

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