El caso de Víctor Estrella es un claro ejemplo de perseverancia. A los 34 años de edad ha logrado alcanzar una de las metas más preciadas para los atletas del tenis mundial… jugar en el abierto de Estados Unidos. Creo que de todos los jugadores dominicanos de su generación él es uno de los pocos, quizás el único, que se mantiene activo a niveles mundialistas y eso requiere una gran dedicación y una increíble determinación. El tenis no es uno de los principales deportes, en cuanto a méritos alcanzados ni arraigo en la cultura popular, en la República Dominicana. Uno apostaría a que el desempeño de Víctor Estrella sirva para incentivar la práctica del deporte de la raqueta, porque él ha demostrado en diversos escenarios que el tenis dominicano es bueno y puede llegar a ser mejor.
Un ejemplo de la poca tradición tenística que tenemos los quisqueyanos fue el espectáculo que dieron ayer jueves los compatriotas en las canchas del Flushing Meadows mientras Víctor Estrella jugaba su partido de segunda ronda frente al croata Borna Coric. Los dominicanos comenzaron a vitorear el nombre de Víctor como si fuera un partido de béisbol e hicieron tanto ruido en cada punto anotado por el quisqueyano que los jueces tenían que pedirles que hicieran silencio a cada momento. Yo no sé que pasaría si de repente el tenis comienza a ser conquistado mundialmente por los atletas dominicanos: ¿aprenderíamos a permitir la concentración de los tenistas y guardaríamos silencio o tendría el tenis mundial que acostumbrarse a un nuevo estilo del público asistentes a los encuentros de esta disciplina? Yo ni me atrevo a contestar.
Lo que sí es una realidad es que Víctor Estrella está en la tercera ronda del U.S. Open, que ya bajó su puesto en el ranking por debajo de los 70 y que los jueces del tenis deben irse preparando, porque los dominicanos de Queens de seguro que van a apoyar a su compatriota en su próximo juego. Mientras tanto, vamos a pedirle a Dios que ayude a Víctor y que le permita seguir ganando. El tenis dominicano está avanzando.
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