El mundo vive tiempos de austeridad. Al menos eso dicen gobernantes de países europeos y occidentales, pero eso no es impedimento para que el matrimonio del nieto de la reina Elizabeth II de Inglaterra sea un derroche de lujo en el cual se gastó más de 50 millones de euros. 32 millones fueron gastados en seguridad, imagino que había tantos policías encubiertos en dicha celebración que la mitad del público londinense que estuvo presente formaba parte de la seguridad real. Bueno está bien, estoy exagerando. Pero nadie debe dudar que aquello estaba repleto de agentes secretos al servicio de la reina.
Lo curioso es que la humanidad vive exigiendo igualdad, más oportunidades, menos abuso de parte de los poderosos, etc, etc. Pero a la primera oportunidad están prestos a rendir pleitesía a las celebraciones de los dueños del mundo, ya sean capitalistas o parte de la monarquía.
Yo no digo que esté bien o mal, simplemente compruebo que el accionar de la gente no concuerda con lo que dice siempre.
Hasta en Nueva York, en el Times Square, se reunió una gran cantidad de personas a las cinco de la mañana para presenciar la boda real. Incluso tres parejas fueron allí a contraer matrimonio al mismo tiempo que la pareja real, Guillermo y Catalina.
Con el millón de euros que se gastó adornando el palacio de Buckingham,se construirían viviendas económicas para por lo menos cien familias en Haití, donde todavía los refugiados del terremoto del 2010 viven hacinados en carpas al aire libre.
Pero Haití no forma parte de las prioridades del mundo. Ni siquiera está en agenda el resolver los asuntos haitianos. ¿qué puede importarle a la familia real si en Haití mueren niños cada día por falta de agua y comida?
En el mismo Reino Unido existe una gran cantidad de gente de escasos recursos por quienes nadie va a brindar con botellas de champán de 60 mil euros cada una. Eso no importa, el mundo prefiere celebrar con los reyes que aliviar el dolor de los que nada tienen. ¡Este es el mundo!
Que siga la fiesta.
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