La única diferencia entre el clásico de Gabriel García Marquez "Crónica de una muerte anunciada," y lo que sucedió en las elecciones del domingo pasado es que en la novela del Gabo la víctima no sabía que lo andaban buscando para liquidarlo y en este caso el PRD si lo sabía pero no pudo evitarlo.
El ingrediente nuevo fue la utilización de la policía electoral como medio de represión en contra de los dirigentes del partido blanco y en contra de los observadores imparciales que pretendían mostrar las evidencias del impune mercadeo de cédulas en las afueras de los centros de votación.
Se presentaron algunos casos en los cuales los observadores fueron incluso amedrentados y maltratados, llegando al extremo de apuntarlos con armas de fuego. Tal es el caso de un diputado oficialista que a fuerza de pistola le quitó el chip a la cámara de una observadora de Participación Ciudadana que había tomado fotografías que demostraban la comisión del delito de comprar cédulas a los ciudadanos que se disponían a votar.
Lo más grave no es que suceda, porque siempre ha sucedido, lo peor de todo esto es que uno escucha a los más encumbrados y supuestamente respetados comunicadores dominicanos expresar en los medios su conformidad con el civismo demostrado por la ciudadanía y cuando tratan esos temas de las compras de cédulas y otras intimidaciones ejecutadas por la policía electoral lo tratan superficialmente como si fueran nimiedades, cosas vanas, sin importancia. Esa es nuestra corrompida sociedad.
Y de ese grupo de comunicadores no se saca uno solo, ni siquiera voy a mencionarlos. Todos los conocemos a todos.
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